A esta altura de las cosas, lo mejor que se podría hacer es empezar a
entender que la computadora personal es un órgano más del cuerpo.
Cuando uno se pone más achacoso, y está más cerca del transplante que de
otra cosa, es que las conversaciones se ponen monocordes y lastimeras:
“ya casi no la prendo, porque tiene muchos virus”, “hay que ver lo que
se cuelga esa cosa, ya no puedo terminar nada que se me queda el mouse
congelado y la tengo que apagar un rato”. La sensación general cada vez
que uno vuelve sobre esos recuerdos es punzante.
De ahí la ilusión cuando uno empieza a ver que finalmente se han juntado
unos dineros y un poco de valor para encarar la idea de cambiar ese
carromato. No siempre se puede deslumbrar a los amigos, pero un poco de
paz! Por Dios! Tanta amargura, ya no puede ser!
Los gastos de computadora deberían estar cubiertos por el seguro social.
En un plan bueno, todos los años uno tendría que tener derecho a ponerle
más memoria o a cambiar el cd por el dvd.
Cuando en una reunión sale el tema de que entiendo algo de estos
cachibaches empiezan las consultas: “que me duele debajo del mouse”,
“que no me carga el guord”, “que tengo la digestión del mail como
trabada”…
Uno podría pensar por lo menos que si se trata de una máquina la cosa es
simple, se cambia lo que se rompió y aquí no ha pasado nada. Pero no es así.
Para cuando nos quieran vender eso de que el cuerpo cibernético es la
solución a todos nuestros achaques corporales ya deberíamos haber
aprendido. Ahora con este aparato digestivo nuevo, como lo que quiero y
no engordo más! Pero al rato empiezo con que pierdo aceite por el
carburador y que se me resetea en público y hago cada desastre.
Y la pelota sigue rodando y esa flamante pieza de tecnología ya va a
empezar con sus cositas.