El escenario de aquí al 9 de agosto es, como pocas veces, muy emocionante. Ayer, en unas elecciones que se esperaban más holgadas, el candidato del PRO se impuso por 3 puntos en un balotaje al candidato de ECO.
Aun con un resultado en el que Martín Lousteau quedó con el extraño sabor de haber perdido cuando podría haber hecho una elección histórica, la lección que vuelve a quedar es la misma: a los oficialismos se les gana con un margen amplio.
A esta coalición que ayer se enfrentó le queda hacia adelante el desafío de ganar juntos al oficialismo que ostenta el Frente Para la Victoria. Scioli, que nunca pierde la oportunidad de propagar el mensaje de que todo es para su beneficio, ayer repitió que un Macri debilitado perdería contra él con toda seguridad.
Aunque no lo creyera realmente, Scioli que juega su carta de candidato oficialista, necesita pintarse como seguro vencedor para mantener a su tropa unida. El kirchnerismo lo aceptó a regañadientes después de convencerse de esta idea. Por algo se llama “Frente Para La Victoria”, si es para otra cosa no están.
El caso real y concreto es que esta victoria ajustada obligará a Mauricio Macri a negociar una posición con sus socios con mayor humildad. Es también una oportunidad dorada para que esta coalición se haga más fuerte. El radicalismo perdidoso es letal a la hora de bajarse a último minuto y darle la espalda a sus socios. Estoy recordando la puñalada en la espalda que recibió De La Rúa del sector alfonsinista que terminó de derrumbar a su gobierno. Si siente que tiene un lugar más competitivo -o por lo menos si cree que puede reclamarlo- tendrá más para perder si pega el portazo.
Si bien por un lado en Argentina -que necesita salir de los caudillos hegemónicos- sería más deseable que el próximo presidente no tuviera un margen absoluto, habría que ver si los votantes coronan esa idea o sacrifican el esperado cambio con tal de sentir la seguridad de un patrón.
Mientras no pierdan de vista que el mensaje es ofrecer un cambio concreto, la coalición que ofrece Cambiemos llegará a buen puerto. Quedan 19 días para fortalecerse o para naufragar en el miedo, y eso depende, como pocas veces, de un liderazgo con madurez.
El papel de Carrió será crucial: curar los egos heridos, mantener los ojos en el futuro y ayudarlos a mantenerse unidos en los momentos de duda. Todo en su vida parece haber estado preparándola para este momento.