Incómodo. Esa es la palabra. Estoy incómodo y totalmente podrido de las reviews de KDE4 que dicen qué lindo que es, y que genial es para un usuario de Gnome probar este entorno gráfico durante unas horas y volver al Gnome para escribir un blog flatulento y no tocar más el KDE4 por el resto del año.
Claro, que por lo menos ya no estoy aterrorizado de ver que los desarrolladores de mi entorno favorito estén llevándolo directo al despeñadero. Despeñadero es ese precipicio desde el cual las peñas caen y se rompen. Y la vieja roca del KDE estaba en el fondo, hecha pedazos. Con esta versión la cosa luce un poco más promisoria y puedo volver a respirar.
Las reviews de los usuarios de KDE empiezan con insultos. Hemos perdido funcionalidad y tenemos un entorno gráfico que puede parecer bonito para los descerebrados que diseñaron el XP. Hasta ahora me contuve, pero ahora que veo que una solución es posible, puedo escribir algo. De no ser así, este hubiera sido un blog acerca de lo primitivo que es Gnome y de lo difícil que me resulta adaptarme.
Todos locos
Entiendo la desesperación que tienen los desarolladores a cargo, porque todo el mundo señala los errores y las fallas, los faltantes y las cosas que no están como estaban. Cuando salió la versión 4.0 las críticas fueron tan ácidas que los desarrolladores se refugiaron en decir que las distros se habían apurado en incluirlo y que era temprano para juzgarlo. La desición de cambiar todo fue de ellos de todos modos.
Me animo a escribir sobre él después de haber instalado la versión 4.2.1 en mi máquina principal. Hace medio año instalé el KDE 4.1 en una máquina secundaria y pude superar la hiperventilación inicial porque podía volver a mi entorno normal cuando quería. Aun así, preferí no hablar de él hasta dejarlo florecer un poco más.
Pero ya me siento mejor, el 4.2.1 es más usable
A pesar de todas las cosas que pueda yo decir por aquí,la versión 4.2.1 es una versión que empieza a ser la recomendable para instalar. Todavía el nivel de bugs es más alto del que desearía una persona que quiere instalar un entorno gráfico y simplemente trabajar.
Instalé el Ubuntu Intrepid en un nuevo disco y empecé a poner todo en su lugar, inmediatamente instalé la versión 4.2.1 de unos repositorios que andan en la red. Me sorprendió que realmente se acerca en posibilidades de configuración al viejo KDE 3.5. Pero es más inestable.
Tuve la alegría de instalar el Compiz con gran facilidad porque ahora en la configuración del sistema se puede cambiar el manejador de decoraciones, no tuve que meterme a editar ningún archivo para cambiar nada. Los efectos que vienen con el KDE son bastante completos pero son malos: El cubo parece un cubo, pero no tiene el mismo realismo que el de Compiz y cuando uno lo mueve con la ruedita del mouse el movimiento no es exacto, se mueve un cuadro de más, que no se muestra. Eso es muy incómodo.
Plasma o LSD?
De todo lo que estoy usando, el Plasma es la pieza que más problemas tiene. Está realmente lleno de bugs. Cuando se pone imbancable, lo mato con un kill y lo lanzo de nuevo desde una terminal. Todo funciona otra vez. Anda por ahí alguien que dice que puede hacer andar el kicker con el KDE4, lo que sería volver para atrás en algunas cosas, pero es una posibilidad que estoy analizando seriamente, el Plasma se cuelga. Acabo de ver la propuesta que hacen, y además de que es sólo para reemplazar los paneles, se supone que uno debe seguir soportando el plasma.
Es también la pieza que menos entusiasmo me genera, porque los widgets que dependen del plasma no son la gran cosa, y hay muchos motores de widgets o screenlets que son superiores. Los screenlets son más elementales y un poco más lentos, pero están escritos en Python y puedo corregirlos rápidamente. Los widgets de Plasma están escritos en C y me da fiaca ponerme a revisarlos porque están llenos de bugs desesperantes. Para compilar y lanzar y todo eso, tengo que tener una tarde libre. Son más ágiles, mucho más ágiles que los demás, pero todo el plasma es bastante feote. A pesar de haber bajado otro tema que se llama Glassified y que es bastante más tragable, los íconos del tray suelen parpadear cuando se tienen que actualizar y los fondos que se supone son transparentes muchas veces tienen problemas de actualización. Y esto pasa con todas las placas gráficas.
De los plasmoids que vienen incluídos me resultaron interesantes, el comic, el de Twitter, el rss now y el calendario. El comic cuando uno lo configura por primera vez mantiene una capa gris con un botón de configuración, a pesar de que uno ya lo configuró. En la próxima logueada se arregla. El de Twitter necesita que pongamos los datos de conexión dos veces, así que la primera vez desde que uno se conectó uno tiene que cargar el usuario y el password. El Rss Now tiene problemas cuando uno le cambia el tamaño. Quedan dos copias una encima de la otra y se hace ilegible, y el calendario tiene el selector de fechas más feo que ví en mi vida. El de weather que estoy usando da la impresión de manejar distintos ubicaciones geográficas, pero cuando uno agrega una ubicación, en realidad está sobreescribiendo la inicial. Sí, el botón dice “Agregar”, no dice modificar.
Me cuesta entender porqué una pieza tan pequeña de código tiene tantos errores. Además de que las opciones de configuración de ninguno tienen detalles de inteligencia. El calendario como única opción de configuración permite configurar el atajo de teclado, como si no fuera lógico pensar en algo que al hacer doble click abra la agenda con la fecha determinada. No, no hace eso, y tampoco se puede configurar. El rss now tampoco nos permite configurar dos cosas que serían geniales: la orientación de la animación, y la cantidad de líneas que debe ocupar. Podría tener una opción para parecerse un poco al knewsticker que era genial. El resto de los plasmoids ni siquiera me gustaron. Voy a ver con los plasmoids hechos por terceros, quizás haya alguno interesante.
La experiencia KDE4
Yo me pregunto: la gente que programa el KDE4, lo usará? Porque falta que entiendan para qué son los widgets.Tengo el escritorio lleno de ventanitas, o widgets, que deberían estar sólamente en la capa widget. Pero no se puede! La capa widget nos permite ver sólo los widgets, pero no hay forma de decirle que hay widgets que sólo queremos activos en esa capa. Todo el sentido que tienen los widgets desaparece. De hecho podemos poner widgets en el protector de pantalla, y eso es genial. Yo puse uno que me muestra los mensajes de chat, pero también se puede poner un widget que les permite a los visitantes de mi oficina dejarme un mensaje en la pantalla de la compu a pesar de que está bloqueada para cualquier otra cosa. Muy práctico.
El folder view es una idea incompleta. A mi no me gusta el concepto de íconos en el escritorio, pero los usé siempre. Son como una memoria temporal, cuando terminé de trabajar el escritorio debería estar limpio. A un extremista del KDE se le ocurrió que mejor era no tener íconos en el escritorio y la gente puso el grito en el cielo. Para arreglarla inventaron el folder view que es un widget que muestra íconos. No alcanzó, y por eso inventaron un modo de escritorio que repite el viejo esquema de los íconos. Pero me parece interesante el folder view y preferiría usarlo. Darle un lugar acotado a los íconos dentro del escritorio. Pero aparece una barra de desplazamiento cuando hay muchas cosas y por eso la acción por defecto que se me ocurre es usar la ruedita del mouse para bajar el contenido, pero eso me cambia de escritorio… podría deshabilitar esa opción pero no me decido a perder esa funcionalidad.
Maldito entusiasmo
Trato de imaginarme al loco que tomó la decisión de hacer un cambio tan radical. Estoy usando un administrador de entorno gráfico visualmente interesante que sería genial si fuera nuevo. Le perdonaría un millón de inestabilidades si no fuera porque el KDE se supone que es otra cosa.
Linus Torvalds se cansó de este disparate hace unos meses y se pasó a Gnome. Hace algunos años había dicho: quién quiere Gnome cuando se puede tener KDE?. Estaba escribiendo estas líneas cuando apareció un lindísimo cartelito que me avisaba que Fulano estaba en línea. Apreté el botón de “chat” pero esos botones, al parecer, no funcionan.
A nivel funcionalidad empezaron todo de nuevo. Y las aplicaciones más populares y viejas también se reescribieron para hacer uso de el nuevo entorno gráfico. Y cuando uno empieza de nuevo, además de tener la posibilidad de hacer las cosas bien y emprolijar el alcance -que es muy bueno- olvida algunos features -no me acuerdo como se dice en español, lo siento- e incomoda a los viejos usuarios.
El kopete tenía una opción para suprimir los anuncios de conexión y esas cosas para todo un grupo de gente. Eso era genial. En la versión actual no es posible hacer eso, se les escapó esa opción. En el Amarok anterior había una opción para mezclar al azar una lista de canciones. Es muy distinto de la opción de tocar todo al azar. Uno podía desordenar una lista y revisar que nos guste el resultado. Un pequeño cambio por aquí, otro por allá y listo! La cosa quedaba exactamente como uno quería.
Ya tengo casi treinta años de programador y tengo un profundo tatuaje cerebral con la frase de Voltaire: “Lo mejor es enemigo de lo bueno”. En pos de conseguir la perfección uno se puede meter en una situación ridícula. Se puede perder la identidad, se puede perder a los viejos usuarios, el sentido original, se puede uno equivocar y tratar de ser igual a otro que ya existe y tiene un propósito distinto en el universo.
Pero debo explicar que la perfección, a nosotros que somos programadores, nos resulta tentadora porque todo nuestro producto es un esfuerzo puramente mental, por lo que la perfección parece alcanzable. Hacer el mejor sistema operativo del mundo no es una cuestión de tecnología en lo absoluto, es un enorme y complejo esfuerzo mental. Cada error y cada falla es nuestro, por más de que el origen sea externo: un programa elegante y bien hecho en la peor de las contingencias hará aparecer un cartelito muy explicativo del problema que dio origen al desperfecto. Quizás propondrá una cura o una forma de subsanar el problema, y nos dará la tranquilidad de haber protegido su trabajo, de una manera o de otra.