Nicholas Negroponte empezó una revolución más allá de sus objetivos altruistas: él quería computadoras de menos de cien dólares para los niños de los países pobres. Qué buena idea. El primer prototipo que mostró era una notebook que tenía una palanca para darle cuerda cuando no hubiera energía. Esa era una idea genial. De hecho, todos empezamos a querer una. Y vale menos de cien dólares? Bueno, por el momento vale casi el doble, se excusa el Sr. Negroponte. Pero de hecho, tampoco es tanto. Hoy en Estados Unidos uno puede pagar 400 dólares para tener una y donar otra. Y sigue siendo un costo muy inferior al que pagamos por una notebook.
El mercado empezó a agitarse y nació un nuevo producto. Asus sacó un modelo muy bonito y más musculoso para el mercado asiático que cuesta unos 300 dólares. Intel también tiene el suyo y se llama ClassMate. Andan todas debajo de los 500 dólares, que es el límite que tienen para llamarse sub-notebook, el nuevo gadget que uno puede comprarse para estas fiestas.
Y estas notebooks tienen Linux en su interior por una razón crucial: ni siquiera XP puede funcionar decentemente en un dispositivo tan limitado en su hardware. Microsoft está trabajando desesperadamente para tener una versión reducida de XP para instalar en ellas, pero hasta el momento no lo ha conseguido. Cuando lo haga estará dando una mala noticia a su sistema Windows Vista, que ha tenido malas ventas y que compite contra su antecesor XP, un sistema del que muchos no piensan salirse pronto.
Este nuevo producto tiene más aceptación todavía que tomar una notebook vieja y ponerle Linux, porque a pesar de que es barato es nuevo y en muchos casos, más pequeño, silencioso y con una batería que dura más. Hace mucho que Linux funciona bien en hardware viejo, por lo que hay que entender algo muy importante: este es un producto nuevo.