Navegando en Youtube descubrí un dibujo animado de los años 40 o por ahí, que se titula Los tres cerditos.
“El que no estudia y trabaja duro en la vida es un perdedor” era un mantra repetido por muchos padres hasta que los ejemplos de los cantantes de rock los dejaron con una mueca desagradable en la cara. No daban el aspecto de trabajadores arduos -aunque los buenos músicos lo sean- si no de niños malcriados y rebeldes. Posiblemente si les ha quedado una enseñanza a las estrellas populares es que deben aprender a leer la letra chica.
Me había olvidado que en algún momento de la historia, justo antes de los años del amor libre, el papel que jugaba la educación en el mundo era -cuando menos- tenebroso. Si el remedio era asqueroso era más curativo, si ardía estaba desinfectando y si no tenía ningún sentido era una materia difícil.
Los tres cerditos no tenían una moraleja acerca de los materiales de construcción ni de la ingeniería de la obra y la humanidad se ha sobrepuesto a la fábula. Por eso existen hoy en día casas hechas de madera, de paja, de barro y de muchos otros materiales, que no se caerán por más soplidos de lobo.
De todos modos, la fiesta se acabó y parece que todos tendremos que volver a trabajar.