Estoy trabajando en una computadora con Windows. Tengo la barra de tareas en dos renglones y unas diez aplicaciones abiertas. Todas dicen Microsoft… son el Microsoft Word, el Microsoft Excel, el Microsoft Explorer, el Microsoft Access, el Microsoft Outlook… claro que ahora, como tengo tantas pantallitas abiertas sólo veo la primera palabra de todas ellas: Microsoft.
En la otra punta, las gentiles aplicaciones de GNU/Linux ceden su nombre para mostrar primero el nombre del documento en el que estamos trabajando. El Konqueror incluso reemplaza el propio ícono con el del sitio que estamos visitando y mejora con eso nuestra habilidad para entender en qué estamos trabajando de un vistazo.
Es como si Microsoft fuera la dueña de todo mi trabajo. Estoy editando mi Microsoft-planilla, mientras tomo mi Microsoft-Café y miro mi Microsoft-pantalla.
Bueno, el impacto es mayor porque hace unos años que no trabajo en una computadora con Windows. Al principio costó, sufrí un período de abstinencia fuerte, pero me la aguanté. Con el tiempo, llegué a convertirme y disfrutar de las delicias de GNU/Linux. Pasé por la etapa de la prédica en el desierto a favor del software libre, y también de la superación. Ahora simplemente uso mi computadora y me divierto, y cada tanto comparto mis hallazgos con quien esté interesado.
Ahora siento que todos esos bordes azules están muy cargados y que esa onda Disney es un vómito más feo que el Bob-Desktop de Melinda Gates.