Antiguamente era muy fácil saber que uno tenía un virus en la computadora: se ponía muy lenta, accedía al disco cuando no lo esperábamos, -los discos eran más ruidosos y las computadoras estaban más concentradas sólo en nosotros- en resumen, los síntomas no se hacían esperar.
De hecho, los virus eran mucho más mortales, y tendían a destruirlo todo. El mecanismo de contagio era muy parecido: un diskette con jueguitos. Uno se contagiaba como lo hacía un marinero desprevenido, por un berretín. La culpa flotaba junto con la miseria y la enfermedad.
Los virus han cambiado mucho porque no prosperarían en la red si tuvieran ese comportamiento. Estan equivocados los mails que circulan con noticias apocalípticas de virus que no tienen cura y que destruyen todo a su paso. Un virus tan letal y violento no puede propagarse porque destruyó el agente de contagio.
Y por eso los virus han empezado a convivir mejor con nuestras computadoras., porque el móvil del virus ahora es convertirla en una multiplicadora de SPAM. Y ciertamente, ahora los productores de virus tienen una recompensa monetaria que los alienta.
El virus siempre tuvo un comportamiento irreverente, la invasión, el consumo de los recursos agenos y el desprecio por los usuarios incautos. Pero no es una exclusividad de los virus informáticos, y como desarrollador de software muchas veces tuve que reconsiderar el comportamiento de los programas que salieron de mi mente para no traicionar la confianza que habían depositado en mi.