Estoy escribiendo estas líneas después de agotar mi paciencia con el Windows 7. Con algunas fallas inexplicables en el Aero, el sistema gráfico, estuve un rato largo para poder reinstalarlo y dejarlo andando, en una computadora nueva, con una instalación de fábrica, con un procesador y memorias más que interesantes. De hecho, para arreglar el Aero tuve que reinstalar los drivers de la placa gráfica. Es una placa Nvidia que, les aseguro, tiene mejores drivers en Linux.
Ya soy un irrevertible usuario de Linux, por lo que estoy incómodo con Windows, en todas las posiciones, pero después de haber usado los demás entornos de trabajo que no son Windows, como el KDE, el Gnome o el de Mac/OS veo al Windows 7 muy rezagado en cuanto a prestaciones y mejoras. La barra de tareas ha tomado ideas del entorno de Apple –más aún que antes– y ha mejorado los accesos a distintas aplicaciones en algunos puntos, pero definitivamente, Windows 7 no es un cambio de paradigma. Es sólamente un Vista que funciona mejor.
No entiendo por qué el gigante de la industria tiene que hacer estos esfuerzos ingentes solamente para quedar atrás. No entiendo por qué tiene la enorme tibieza de sacar productos que tienen al mismo tiempo, tantos cambios para el usuario en la forma de encontrar las cosas y tan poca innovación a la hora de plantear las soluciones con las que pretende hacer su entorno más fácil. Ya plantea un mundo diferente, ya incomoda a sus clientes con cambios radicales… por qué no ir más a fondo con los cambios y superar a su competencia. Seamos claros, ni siquiera la empata.
Después de unas largas vacaciones de tres años desde el lanzamiento de XP, tardó cerca de ocho años más para cumplir en Windows 7 algunas de las promesas que había propuesto con el Longhorn. El sistema de archivos que revolucionaría la forma de almacenar y organizar los datos quedó en el olvido. Mientras tanto, del lado del Open Source las novedades constantes se suceden con una periodicidad que proyecta, y las novedades que plantea Apple parecen irresistiblemente sexies y apropiadas.
Microsoft promete una versión de su sistema operativo para teléfonos móviles que estará disponible para 2011 y que ya plantea limitaciones que fueron superadas por la competencia, en un mercado que encuentra a las opciones de Microsoft viejas y descoloridas. Cualquier fabricante de teléfonos que va a poner el sistema de Microsoft sabe que tiene que modificar la apariencia del entorno para que se aleje lo más posible de lo que plantea la versión actual del sistema de Microsoft para celulares. Eso no es bueno para la imagen de ninguna empresa de tecnología.
Milagrosamente seguimos en el reino de Steve Ballmer que supo perder el rumbo de Microsoft en todos los aspectos que la compañía abraza. A diferencia de Steve Jobs, el genio de Gates se alejó porque quiso y fue él mismo el que puso a un sucesor que no está a la altura de la compañía. Cuando vuelva para salvarla se va a encontrar con una tarea titánica y muy desgastante, y a diferencia de Jobs que volvió como el Mesías, volverá con la culposa tarea de reparar el daño.
Posiblemente la cosa más dramática que tendrá que reparar Microsoft no se pueda comprar con carretillas de dinero sino con un cambio profundo en la cultura de la compañía, y eso es realmente mucho más difícil. Todo lo que depende realmente del dinero es más fácil de tornear o de abandonar, simplemente porque se apoya sobre un recurso que está o no. La matemática cruel suma y nos dice si se puede. Pero los bienes intangibles son, además, invaluables y la confianza de la gente no se recupera con facilidad.