Alguien me preguntó hace poco cómo hacía para sobrevivir en este mundo que se la pasa interrumpiéndonos con todo y me quedé pensando un rato: anoto todo lo que voy a hacer.
Tengo en la compu un par de aplicaciones de notas (uso un anotador distinto cuando estoy programando) en el que pongo cada pensamiento que se me cruza. Cuando cualquier cosa me interrumpe –y realmente cada día aparece una nueva tecnología que nos interrumpe mejor– puedo volver a lo que estaba haciendo porque acabo de anotarlo.
El desgaste mayor que hace mi cerebro hoy es pensar en qué estaba. A lo largo del día, y cuando se hace más tarde, esa pregunta me cuesta más tiempo de desazón y me provoca más fastidio.
Y no anoto cuando aparece la interrupción, eso no alcanza. Anoto compulsivamente, todo lo que voy pensando, cada encrucijada que se me aparece. De hecho, este artículo es ese mismo ejercicio. Tengo cierta tranquilidad porque sé que cuando vuelva a lo que estaba haciendo voy a seguir desde donde dejé.
Por ahora es una solución, hasta que le dibuje una cara a una pelota y empiece a decirle Wilson.