El colapso de Grecia

Grecia mintió para entrar a la Comunidad Europea. Dibujaba números y escondía pobres, como hace la Argentina del peronismo desde hace un largo rato. Muchos informes que le permitieron disfrazar el abultado déficit tenían la firma de Goldman Sachs, que debería abandonar el negocio de asesorar si aduce que fue engañada -otra vez?-.

Pero la crisis de Grecia debe mirarse en un contexto más amplio, el de los países que eligen el populismo para gobernarse. Son países en los que una mayoría se fue inclinando por desahuciar a su propio sistema de leyes, a saltearse las reglas que igualan el campo de juego para hacer pesar un poder relativo y circunstancial.

Y de ese descrédito, de esa pulsión por la avivada, de esa vocación por el atropello, nace el líder corrupto que se apropia de todo el espacio común. Envuelto en una brutal admiración por ser el epítome de la demostración del poder más primitivo, termina robándose hasta la libertad de sus súbditos.

En un régimen populista, el líder se recambia con otro que promete, desde su propia fuerza y voluntad, enderezar el curso aciago en el que están, sin mencionar jamás que el verdadero rescate es a las instituciones, a la igualdad o a la Justicia.

Ningún sistema económico puede prevalecer si tiene como base el latrocinio y el abuso, y el populismo debe mentir para mantener un esquema de poder que se hace más arduo a medida de que todos los mecanismos se enrarecen con la arbitrariedad del amiguismo.

Muy pronto la libertad comercial se ve comprometida y aparecen enemigos quiméricos que ayudan a levantar banderas de guerras inventadas, espectáculos para entretener al pueblo y que no cuestione la legitimidad del nuevo Estado privado.

En Grecia la edad de jubilación es a partir de los 61 años, con la opción de tomar una jubilación anticipada a partir de los 50 años para las mujeres, y 55 para los varones. El trámite se justifica con alguna dolencia bastante sencilla de fraguar, en una administración pública super poblada y corrupta.

Con sueldos que eran un 50% más altos que los de España, Grecia transitaba el camino hacia la crisis actual con tapones en los oídos. Podemos agregar que ahora, además, critica a Europa porque no sale en su rescate y los acusa de ser los causantes del sufrimiento de un pueblo que se burló de la prosperidad de todos los que sí tenían que trabajar para vivir.

Si ningún candidato presidencial en su país puede explicar que tendrá que ajustar las cuentas del Estado para evitar una crisis como la de Grecia, si no puede prometer Justicia, lucha contra la corrupción y tiene que jurar que no se tocarán los privilegios arbitrarios -e insostenibles- de su pueblo está usted en un país que se dirige raudo hacia el mismo destino.

La globalización ha puesto una nueva diferencia política, mucho más primitiva que izquierdas o derechas, entre los países que prefieren vivir al margen de cualquier ley y los que pretenden reforzar un compromiso con su propio trabajo.

Temo, que los mecanismos que utilice Europa para protegerse de estas calamidades afecten a todos los que intentan surgir desde su esfuerzo real, y que terminen restando el oxígeno que necesita cualquier entorno para desarrollarse.