Estaba a punto…

de escribir una nota cuando abro mi sitio que está hecho en WordPress y veo que hay actualizaciones. Actualizo sin problemas, leo las notas para ver qué hay de nuevo, actualizo el plugin del Captcha, porque veo que tengo unos cuántos comentarios que son puro SPAM y me dispongo a escribir.

Pero qué estaba por decir? Veo que tengo varios temas cocinándose –los temas sobre los que investigo están un rato en la sección de “borradores” y me toma unas semanas terminarlos– y no logro dar con la idea que inició todo esto.

Suelo tener mi anotador a mano para hacer pie en lo que voy a hacer en cada paso, porque la verdadera tortura de estar conectado siempre es tener siempre que recordar en qué estaba.

Una de las cosas más raras que me pasan es que puedo atender a varias conversaciones a la vez. Si me hablan en distintas frecuencias, o desde distintos puntos, puedo prestar atención a lo que me están diciendo y conversar tranquilamente llevando el hilo de todas las conversaciones. De hecho, muchas veces estoy atento a lo que se dice en otra conversación en la que no estoy involucrado.

Pero conversar es fácil, porque los disparadores están fuera de mi. Si me pierdo un instante, con poner cara de “sigue, estoy atento a lo que me dices” puedo retomar por donde iba. En cambio, cuando estoy frente a una computadora y tengo que recordar en qué estaba, tengo que recorrer todas las ventanas abiertas tratando de ver qué pudo haber disparado ese pensamiento lo suficientemente fuerte como para ponerme a escribir.

Esta vez no pude dar con ese pensamiento, o mejor dicho, no encontré ningún pensamiento más fuerte que tantos otros que andan dando vuelta por este repositorio de ideas en los que se ha transformado mi computadora.