El reloj palpita de aquí al miércoles 10 de junio, cuando vence la presentación de las alianzas de cara a las elecciones presidenciales de 2015.
Estaremos, minuto a minuto, observando un armado político que no se completa hasta el último instante. Ni Massa ni Macri han dicho quién será su vice y tampoco sabemos si trabarán alguna fórmula. La candidatura presidencia de Massa ya no vale gran cosa. Los números últimos demuestran que se lo da por renunciado.
Francisco de Narváez, su compañero para la fórmula en la provincia de Buenos Aires se adelantó y para facilitar las negociaciones anunció que retiraría su candidatura en la provincia de Buenos Aires. Esta jugada aunque generosa ha terminado de derrumbar cualquier aspiración posible para todo el Frente Renovador. Le podemos decir Frente Renunciador.
Hasta el momento Macri se ha negado a compartir ninguna fórmula con Massa con una tozudez que hasta impresiona. Mucho se oye de Durán Barba, su asesor ecuatoriano que le recomienda ir puro, pero es Mauricio Macri el que está más comprometido a que su espacio no parezca un rejunte que se aglutina en un intento por ganarle a un oponente formidable.
En Venezuela el efecto que provocó la “Mesa de la Unidad Democrática”, con Capriles a la cabeza, no fue el buscado y la sumatoria de opositores despertó más desconfianza que intención de voto. Además de que junto a Henrique Capriles –que puede decirse que representa a la nueva política– aparecieron figuras políticas muy resistidas por los venezolanos, que ya habían elegido a Chávez para desalojarlos de los espacios de poder.
Las negociaciones de Sergio Massa son febriles. Los tiempos del Frente Renovador ya han pasado y su capital político se desintegra. Las deserciones en su espacio también son muy elocuentes: los que hasta hace poco enarbolaban un discurso de oposición dura al gobierno encuentran en el Frente Para la Victoria el mejor refugio. Eso desgasta mucho a Sergio Massa que pretende ser una opción de cambio. Y desnuda el hecho de que la estrategia de producir un cambio pescando del lado de la tropa kirchnerista no funciona.
Cuanto más avanza Cristina Kirchner sobre Scioli, la polarización de los votantes se hace más fuerte. No es de extrañar que la principal promotora de “la grieta” pretenda conservar un protagonismo, pero extraña un poco que esté haciendo tan poco para asegurarse una jubilación más tranquila.
Sus intentos para controlar la Corte Suprema de Justicia –o los jueces, o los casos Nisman y Hotesur– revelan una preocupación demencial, pero es un tremendo error político pensar que conservará algo de poder si no intenta un camino más amistoso. El resentimiento es tan argentino como el dulce de leche.
La espera es apasionante, y conservo alguna esperanza de que la política argentina muestre algún rasgo de madurez. Ya sería hora.
Actualización: Como bien me cuenta @elyferreras, Durán Barba es ecuatoriano y no colombiano