Ariel Velásquez, tenía 22 años, vivía en Jujuy y murió de un balazo en la espalda, repartiendo boletas electorales de un partido opositor. Tras dos semanas de agonía, entregó su vida a una democracia argentina que no quiere salir del siglo diecinueve.
La bala era un mensaje amenazador, un “no te metás”. Habrá sido un “no quieras sacarnos del poder”? Es muy posible. El juego de esconder boletas opositoras, la idea de jugar al fraude -como si fuera una picardía- flotó en estas elecciones que en realidad son internas públicas y simultáneas, pero como también son obligatorias funcionan como una gran encuesta nacional.
Existen formas de cambiar el equilibrio del clientelato, del aparato que acomoda a un candidato o a otro, violando la voluntad del emisor del voto, del soberano.
La boleta única es una buena idea. Se usó en Santa Fe y redujo una parte importante del problema: la distribución de las boletas, la impresión por parte de los partidos, las maniobras para esconderlas o, inclusive, la aparición de boletas apócrifas para invalidar el voto son problemas que desaparecen con su implantación.
El resto del problema está huérfano: el conteo de los votos, la fiscalización, y la organización central transparente y pública.
La boleta única de papel es el sistema más barato, fácil de desplegar y factible. En 45 días puede estar listo, no es para nada sencillo, porque en algunos distritos la oferta electoral es compleja y se deben imprimir boletas muy distintas. Y la boleta única de papel soluciona los mismos problemas que soluciona la boleta electrónica. El esfuerzo no sería menor, en términos reales.
La boleta electrónica que se usó en las ciudades de Buenos Aires y Salta es moderna, vistosa, notable y de todos los sistemas electrónicos el que más me ha gustado, pero de ninguna manera puede implementarse en los escasos 64 días que quedan para que celebremos los comicios presidenciales.
Tengo serias objeciones al sistema, además del precio de las máquinas, la información que hay de ellas es bastante poca y, por lo que pudimos averiguar en una investigación personal y paralela a las investigaciones oficiales que hicimos con Javier Smaldone, no es una computadora -tampoco es una impresora- son dos.
Si se aprobara a la velocidad del rayo y empezáramos este lunes mismo, podríamos apuntar a poner el sistema en las ciudades más importantes del país, Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucuman, La Plata, Mar del Plata, Salta, Santa Fe y San Juan. En Buenos Aires y en Salta el sistema ya se usó, pero la distribución de esas máquinas debe hacerse igual, y eso equivale a una fuerza laboral para nada despreciable. Personas capacitadas que podrían estar capacitando mejor en zonas en las que no se sabe nada.
El despliegue sería formidable, y el may0r enemigo sería la falta de capacitación. Lo digo de otra forma: si estuviera a nuestro alcance poner un sistema de esa envergadura en marcha en apenas 60 días no tendríamos los problemas electorales que tenemos.
Para el resto del país el gran enemigo es la precariedad en la que se desarrollan los comicios. Es un ambiente hostil a cualquier tecnología. Todas las maldiciones de las brujas se aplican: sapos, rayos y culebras.
Hay otro problema serio que tienen que enfrentar las máquinas: si el humano que las rodea no es amable, esas máquinas se rompen fácil. Y si no hay una fiscalización adecuada, se les puede cargar cualquier cosa. Nos hemos interesado mucho en las trampas que se le pueden hacer, con la sutileza de un mago.
Junto a un ilustre grupo de técnicos nos dedicamos a encontrarle los puntos flacos como si fuera que estamos en Suiza, o en Alemania, pero el conurbano bonaerense nos enseña que existen formas mucho menos sutiles como tirar todas las boletas e imprimirlas de nuevo. Donde no existe justicia no existe libertad.
En las zonas más grises las máquinas se pueden trabar con un chicle, con un clip, provocando un corto circuito en alguno de los puertos que están expuestos en la máquina, porque no fueron pensadas con medidas anti-vandálicas, fueron pensadas para algunas condiciones adversas.